Juego de tronos

Estoy acostumbrado a aprender los oficios por ensayo, por prueba y error. Acostumbrado a desarrollar oficios que no conozco, desmontar una cosa para montar otra, probar cómo funciona o simplemente ver si puedo repararlo. Esa osadía me lleva a meterme en líos más de lo que me gustaría, y a poder ser en horas intempestivas o en vacaciones. Lo normal es que salga bien, he reparado de todo, bicicletas, persianas, aparatos eléctricos, la vitro del Barraco, las ventanas de Alicante, la puerta de la escalera, muchas cosas. No me puedo considerar un manitas, pero si un tío bastante habilidoso.

Todos los oficios son relativamente sencillos, relativamente, cada uno tiene su dificultad. Hoy me he topado con la máxima de ellas, aunque creo que cuando se me pase, se me olvidará y me parecerá algo más sencillo. La tarea era la reparación de una cisterna de hace 40 años.

Las piezas se rompen, los plásticos se desintegran, los metales se funden, las gomas se corrompen y terminan formando parte de un todo. La humedad, el óxido, el uso, los productos de limpieza, todos hacen su trabajo. Unido a que trabajar sin herramientas es un handicap casi insalvable y que los mirones deberían ser de piedra, tenemos un cóctel perfecto para una mañana de martes. Si a todo lo expuesto con anterioridad, le unimos que el dueño del trono, inasequible al desaliento, tiene preferencia absoluta en el trato en el hogar, nos encontramos con una tarea muy complicada.

Después de desmontar la parte que yo pensaba que era sencilla de sustituir, el mecanismo de descarga de una cisterna de casi 40 años, he descubierto que no podía sacar la rosca de abajo sin desmontar el otro mecanismo ese por donde sale el agua. Todo manitas aficionado, lleva dentro un creativo. Pensé que poniendo el mecanismo de descarga del trono del cuarto de servicio, dejaría el tono principal funcionando y repondría sin prisa la piezas en el auxiliar, y procedí a desmontar la cisterna 2.

Al intentar desmontar por donde sale el agua del trono 1, la pieza cobriza se ha fundido con la tuerca del latiguillo, y aplicando la fuerza necesaria y más que suficiente, se ha partido el palito que sujeta la boya del aforador. La boya es esa burbujita de corcho que al flotar detiene el mecanismo de carga de agua hasta el próximo uso. Con lo que para desmontar esa tuerca fundida al latiguillo, para sustituir el mecanismo de carga y el de descarga, hay que desmontar toda la cisterna. Encontrándome con la cisterna en la mano, con un montón de piezas rotas y la presión de saber que en cualquier momento podríamos necesitar el trono, lo que crea una perspectiva muy mala. Antes de ir a la ferretería, decidí dejar montado el trono 2, por dejar alguno en funcionamiento.

Si algo tiene que ir mal, irá mal.

Mi suegra estaba muy agobiada, ella pensaba que no sólo no iba a ser capaz de resolverlo, sino que tratando de arreglar el principal rápidamente, iba a descojonar la segunda cisterna de manera irremediable, y terminaría toda la casa meando en el prao. Por eso la mujer no hacia más que decirme, supongo que por ayudar, «¡Javi, si quieres llamo a Generoso!». Generosín es el fontanero del pueblo, quien se ocupa normalmente de estas cosas, pero con esto de la crisis, yo creí que, pensé que… Y el creíque y el penseque son los primos del tonteque.

Al montar la cisterna de servicio, como es más moderna, todo parece encajar a la perfección. Parece. Probamos, abro el agua, se carga perfectamente, se para perfectamente, tiro y sale agua por la junta. ¡Fregona, por favor! ¡Fregona! El agua está por todos lados, necesito una moto bomba de achique. ¡Moto bomba, por favor! ¡Moto bomba! Desmonta todo y vuelta a empezar, evidentemente algo no estoy haciendo bien. Esto me pasa a mí por meterme a fontanero. Bien montado, apretadas bien las palomillas, regulado y funcionando. Cómo me habrá visto mi mujer, que venía de correr y sudaba menos que yo, que no me ha dicho nada. Seguramente pensaba, en qué líos se mete este hombre sin tener ni puta idea.

Me ducho y me cambio. He de tardar poco en ir y volver, no quiero que llegue la presión, la estomacal, y que no pueda usarse el trono, esto, normalmente ronda las 13,45. Por si acaso he dejado el cubo de la fregona lleno de agua de la que he recogido del baño 2. Rumbo a la ferretería uso la grabadora del iPhone para recordar todo, tengo que compartir esto con la pasión que merece, seguramente será divertido y quien lo lea se reirá a gusto.

Una piedra en el camino, me enseñó que mi destino, era rodar y rodar, rodar y rodar, rodar y rodar… Pues nada, después de ir a la ferretería en la que normalmente tienen de todo, hoy no tienen de nada. Cierto es que no estaba Pedro, un alemán que vive el Asturias desde hace un montón de años, y que es el dueño, ni estaba su mujer que es la copropietaria. En su lugar había un señor bajito, tanto como corto de amabilidad. «¡Uy!, menudo lío, y sin saber el modelo, no te voy a poder atender bien, sin ver la antigua…» Se notaba que había leído el manual del buen comercial, ese que parece haber leído todo el mundo por aquí. No entiendo que no entiendan porqué están a la cola en productividad. Se va a la trastienda, tonto de mí creo que va a buscar alguna pieza. Me giro para comentar a un paisano, «a lo mejor no me quiere vender nada», el paisano no entiende el chiste, otro espíritu libre. Al volver me dice, sin enseñarme nada, que lo que tiene no me va a valer, que lo siente. Tampoco me ha sugerido otro sitio, ni me ha dado ninguna alternativa, aunque fuese sólo por dar servicio. Le agradezco su amabilidad y me voy.

Llamo a casa por teléfono, y me sugieren un almacén en Oviñana, un pueblo cercano. Allí resuelvo. Me atienden de cine, me vende todo lo que necesito, con profesionalidad. Acaban de ganar un cliente.

De regreso a casa, todo lo que he comprado encaja a la perfección. Todas las piezas valen y monto todo el circuito en cinco minutos. Al probar el mecanismo de descarga, el agua se sale otra vez. Con la ayuda de mi suegra y un nivel vuelvo a montar la cisterna, la acoplo bien con el asiento del trono, perfecto.

Ayer volví a la ferretería de Pedro, estaba otra vez el súper dependiente. Un paisanín pide un mecanismo de cisterna delante de mi. «¡Uy!, menudo lío, y sin saber el modelo, no te voy a poder atender bien, sin ver la antigua…» El cliente, seguramente acostumbrado al trato, se resigna. «Aquí al lado, en Oviñana, hay un almacén donde tienen de todo.» El paisanín se gira y me agradece la información, client working. ¡Qué gustazo! De la trastienda sale mi amigo Pedro, desgraciadamente se ha perdido la escena, me atiende fenomenal como siempre, le compro las pastillas de los mosquitos y una fregona nueva, la otra quedó inservible, se ahogó Solamente.

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5 comentarios
  1. JUANMA dijo:

    Javi!, toma, te regalo un refrán :

    Zapatero a tus zapatos¡¡¡ y que conste que no me refiero a Jose Luís

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  2. Loreto dijo:

    Si por eso los fontainer cuestan lo q cuestan!!!!… y por los rejones que meten porque casualmente, nunca tienen la pieza que necesitan el la furgo-taller…(un fonta que conocí y nunca contraté tenía un Q7)… es para pensárselo…
    En todo caso enhorabuena por tu tesón… sin tesón no hay fontanero valioso…

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  3. NIEVES dijo:

    Me he reído de verdad imaginándome tus avatares y sabiendo que no eres de los que cejan en su empeño. Veía la escena del dueño con necesidad de usar su trono y tu sudando la gota gorda. Esta será una experiencia casi religiosa, pero no fue menos importante aquella vez que trepanaste la tubería en «Osa Mayor». No te apures por nada, yo confío plenamente en ti. Besos

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